viernes, 22 de junio de 2012

Vuelve a mi mente su vago recuerdo,
en las noches me persigue,
incluyéndose en mis sueños.
No lo tolero, me despierto,
dejo que el insomnio se apodere de mi cuerpo,
y usted sigue en mi pensamiento.

¿Cómo se atreve a causarme tantos desvelos?
En que momento dejé que su mirada
me persiguiera aún cerrando los ojos.
Debo decirle que es usted malvada,
me deja entre la soledad y la daga,
una huella envenenada, masoquista, su mirada.

Le nombro con los labios adormecidos, anhelantes,
exhalando el aire en un suspiro,
causa es usted, es un peligro,
me adolece el escribirle, y saber que usted no me ha leído.

Váyase ya mismo con sus encantos,
con su dulzura aparente,
embriaga a mi mente, con miradas no inocentes.

Y déjeme sufrirle, soñarle, amarle,
en el silencio, en la oscuridad misma es usted alegría,
amanecer constante de un sentimiento siempre renaciente.

Déjeme aprisionarle en las letras que le escribo,
pero léame, que al menos ese se vuelva un vicio.
El secreto de que al menos escribirle, me está permitido.




A.

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