jueves, 8 de noviembre de 2012

17:50

Era uno de esos días que no vale la pena recordar, el sol ardiente quemante, el aire frío que hacia volar mi cabello hacia atrás, con esa nostalgía constante de los días de invierno. Solos.
Fui andante hasta llegar al café, punto de reunión de muchos, justo cuando anhelas estar solo llega alguien a saludarte; entonces, por cortesía sonríes y en el fondo piensas -Mierda, ahora se pondrá a hablar- entonces la otra persona comprende, entiende que es tu momento contigo mismo, que no anhelas compañia, pero a veces no siempre sucede eso, se sienta a tu lado sin preguntarte si puede, invade tu espacio, te sientes violado, ultrajado todo gracias a las reglas sociales de cortesía.
Pero se fue. Entonces tomé la bolsa y saqué una libreta llena de garabatos indetermidados, ¿Cómo puede una sola presencia habitar en tanta ausencia? a veces me leo y me sorprendo, me doy cuenta de que al escribir me vuelvo otra, muchas otras que nisiquiera conozco, a veces me fascinan, otras, me dan miedo.
Saqué una pluma, hay algo en mi absurda mente que no me deja escribir a gusto si no es una pluma que me acomode, quizá exista una palabra para ello, por el momento la desconozco.
La mesera se acercó y sin siquiera emitir sonido alguno solo movio los labios diciendo ¿un café? y sonrió, debería de ser pecado llegar al mismo lugar y pedir siempre lo mismo, se vuelve un hábito y los hábitos no me agradan del todo, a pesar de que sé que tengo que lidiar con ellos siempre.

Comencé a hojear la libreta nuevamente, las frases, los textos, los garabatos incendiados, entendibles, me hacen sonreír y al mismo tiempo me duelen como si los estuviera viviendo ya mismo, vuelvo a sorprenderme, pronunció los finales de los versos que no me he aprendido pero que sin duda conozco, es extraño, no me sé ni uno sólo de mis versos y sin embargo si de otros.
Intente escribir algo elocuente, nada, a veces las palabras se escapan, o se congelan, o se quedan abrigadas en la mente en espera de que el frío cese, o quizá se quedan esperando a que algunos labios las muerdan.

Es tan lamentable que existiendo tantas personas llenas de deseo y pasión no puedan encontrarse. Entonces caigo en la duda tormentosa que es la vida, sonrió, ¡pero qué diablos! me digo.

Por fin han traido mi café, y con él un tumulto de pensamientos alborotan mi mente, ver el humo deslizándose seductor hacia el infinito, el negro color, el aroma a canela me envuelve, me idiotiza, siento en los labios el sabor caliente, amargo y dulce de esa deliciosa combinación. Todo es igual a probarte. Eso es lo que pienso.

Entonces comienzo a escribir versos, no me detengo, suelo ser así, escribo perdiéndome en un mundo en el cual entro y salgo cada que quiero, al terminar leo mis textos, doy un trago más a mi café y me doy cuenta de que muchas cosas no tienen sentido, pero es precisamente porque las sentimos que adquieren sentido.

Entonces sonrió, terminará esté día y quizá no habré hecho todo lo que deseo en la vida, pero si tú me besas, aunque sea con la mirada, entonces dormiré con una sonrisa. Ya mañana, si es que despertamos, será una nueva oportunidad, obviamente para seguir cometiendo locuras, para vivir, para ser diferente. Para encontrarnos a nosotros mismos cada quien a su manera.

Todo eso entre otras cosas más son en las que pienso cuando miró fijamente la tarde fría, disfruto de mi café y si se me antoja, un tabaco que no siempre es necesario.

Airy Minor.

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